
Riesgos para la piel en verano
La exposición al sol durante la jornada laboral es un factor de alto riesgo dérmico que puede prevenirse con un simple gesto. ¿Sabes cuál es?
El paso del tiempo y la exposición cotidiana a agresores ambientales dejan huella en nuestra piel, transformando su textura, tono y vitalidad. Desde la pérdida gradual de colágeno y elastina provocada por el reloj biológico hasta el impacto acumulado de la radiación ultravioleta, la contaminación y el estrés oxidativo, cada arruga y mancha cuenta una historia de exposición y reparación.
A nivel celular, disminuye la capacidad de regeneración y aumenta el daño por radicales libres; en la superficie, se manifiesta con líneas de expresión, sequedad y pérdida de firmeza. Comprender estos factores internos y externos es el primer paso para diseñar una estrategia de prevención y cuidado efectiva, que combine hábitos saludables, fotoprotección y tratamientos dermatológicos a medida.
El envejecimiento de la piel es un proceso natural en el cual la dermis, pierde sus características principales a causa del paso del tiempo. La edad no perdona. Pero… ¿Es el paso de los años la única causa?
La respuesta es que no. Existen factores intrínsecos y factores extrínsecos causantes del envejecimiento.
¿Cómo apreciamos este proceso en a la piel? Se aprecian cambios de tono, contraste, luminosidad, cambios en la textura. Aparición de líneas de expresión al inicio y arrugas más profundas después. Cambios significativos en el grosor de la capa externa de la piel, manchas producidas por el sol, entre otros efectos.
La respuesta es que no. Existen factores intrínsecos y factores extrínsecos causantes del envejecimiento. ¿Cómo apreciamos este proceso en a la piel? Se aprecian cambios de tono, contraste, luminosidad, cambios en la textura. Aparición de líneas de expresión al inicio y arrugas más profundas después. Cambios significativos en el grosor de la capa externa de la piel, manchas producidas por el sol, entre otros efectos.
Las causas intrínsecas, naturales o internas que forman parte del proceso natural de oxidación. Propio del paso del tiempo, la salud y en definitiva, la edad.
Por otra parte, las causas extrínsecas que afectan mediante patrones acelerativos ambientales, alimentarios y los hábitos poco saludables.
Las causas intrínsecas, naturales o internas que forman parte del proceso natural de oxidación. Propio del paso del tiempo, la salud y en definitiva, la edad. Por otra parte, las causas extrínsecas que afectan mediante patrones acelerativos ambientales, alimentarios y los hábitos poco saludables.
Debemos tener en cuenta que, cuanto más envejecida esté nuestra piel, más probabilidades hay de sufrir algún tipo de lesión o patología dérmica. Es por eso, que las rutinas de cuidado personal, higiene y prevención ambiental, son tan importantes para mantener la piel sana.
Aunque a simple vista todas las pieles comparten la misma “fachada”, cada una es un ecosistema vivo y singular.
Su comportamiento depende de la interacción de factores genéticos, hormonales y ambientales, tal como explican expertos de la American Academy of Dermatology.
Composición y grosor de la epidermis.
La cantidad de capas celulares y la producción de lípidos varían según el individuo, influyendo en la tendencia a la sequedad o la grasa y en la rapidez con la que aparecen las arrugas finas. Estudios del Manual MSD detallan cómo la dermis y la epidermis se vuelven más delgadas con la edad, perdiendo elasticidad y función barrera.
Tono y pigmentación.
El contenido de melanina no solo determina el color, sino también la resistencia al fotoenvejecimiento. Las pieles más oscuras muestran menor daño por rayos UV, aunque pueden desarrollar manchas solares (lentigos) más persistentes, según Mayo Clinic.
Sensibilidad y barrera cutánea.
La capacidad de tolerar ingredientes activos, ya sean retinoides o exfoliantes, depende de la integridad de los lípidos superficiales. Una barrera debilitada favorece inflamación crónica e “inflammaging”, tal como señalan guías de la American Academy of Dermatology.
Estilo de vida y entorno.
Factores como la dieta, el sueño y la protección solar diaria modulan la expresión de genes implicados en el envejecimiento celular.
Entre los cambios biológicos clave del envejecimiento cutáneo se encuentra la progresiva pérdida de colágeno, la cual, a partir de los 25 años se reduce aproximadamente un 1 % por año. Así mismo, mientras los radicales libres provocan daño oxidativo que acelera la formación de arrugas. La inflamación crónica (“inflammaging”) dificulta la reparación tisular y la pérdida de lípidos naturales en la epidermis deja la piel más seca, menos elástica y más vulnerable.
A los 20 años, la clave es una rutina diaria de limpieza, hidratación y protección solar para prevenir manchas y lesiones, conservando el tono, la elasticidad y la juventud de la piel.
A los 30 años, refuerza la rutina de higiene a dos veces al día, usa protección solar diaria y exfoliaciones ocasionales para combatir las líneas de expresión y la pérdida de elasticidad.
A los 40 años, la caída notable de colágeno y elastina y la aparición de arrugas profundas, requiere limpieza suave, crema hidratante regenerativa y protección solar diaria.
A los 50 años, con la piel perdiendo densidad, prioriza la nutrición profunda: añade sérums regeneradores, cremas nutritivas de acción profunda y protección solar diaria.
A los 60 o más años, conserva la rutina previa ajustando según necesidades específicas: despigmentación, hidratación más profunda u otros tratamientos puntuales.
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